domingo, 1 de abril de 2012

Capítulo 5: "Byöki" (Enfermedad)

Akari lo miraba enojada desde la barra. ¿Qué rayos hacía él allí, tan calmado, escribiendo en su cuaderno como si nada? Parecía que tenía una idea equivocada de todo el asunto de las terapias y eso de verdad le molestaba. 
Patinó hacia él y le puso el batido de fresa con rabia en la mesa.
-Creo que estás malinterpretando las cosas, Kimura.
-¿Qué dices? Este es un café público y sólo vine a tomar algo.
-Ah, claro, y luego caminarás por donde yo camino porque ¡cómo no!, la calle también es pública.
Yoh sólo se limitó a sonreír mientras bebía.
-Tsk…
Akari se marchó bajo la mirada del pelinegro, quien de pronto sintió que alguien lo veía fijamente.
Volteó disimuladamente para varios lados hasta toparse con el dueño de la mirada penetrante.
Ren no parpadeaba mientras sus ojos se encontraban con los de él. Yoh no sabía qué estaba pensando, pero sentía que tenía que ver con la desconfianza y las intenciones que podría tener al acompañar y esperar a Akari.
Intimidado volvió su vista a su cuaderno.
¿Qué sería ese chico en la vida de la pelinegra? ¿Habría influido él también en su decisión de matarse? Eso creía él, tanto por su forma de mirarla cuando pasaba a su lado, como por la reacción de ambos cuando se veían.
Él no entendía de amores, nunca había experimentado un sentimiento así hacia alguien ajeno a su familia. Sin embargo, por lo que había leído en libros, cosas como el no ser correspondido, la infidelidad, los celos y esas cosas afectaban mucho a las personas.
Era posible que aquel chico fuese en algún momento su novio, o salieron juntos por algún tiempo. Lo más probable era que la hubiese engañado por alguien más bonita y hubiese terminado con ella con la escusa cliché de “no eres tú, soy yo”.
En una página aleatoria que tituló “Razones de Akari para suicidarse” comenzó a escribir todo eso que pensaba con respecto a Ren y acerca de su trabajo.
Anotó solo sus suposiciones y encerró en un cuadro las que tenían que ver con el acoso de su grupo. Estaba más que convencido de que todo lo que le habían hecho jugaba un papel importante. El resto de sus teorías no estaban para nada comprobadas, así que las dejó ahí, con posibilidad de ser cambiadas.
Mientras escribía, miraba de vez en cuando a Ren y a Akari; evaluaba sus reacciones y anotaba. Tenía miedo de ser demasiado evidente así que a veces veía hacia otra parte y remarcaba lo que ya había escrito.
En una de las rápidas miradas hacia ellos dos vio que Akari sacaba unas pastillas de su bolsillo y Ren le ofrecía, apenado, un vaso con agua. Ella lo vio como enojada pero lo aceptó y se tomó la pastilla.
Se fijó más en el hecho de que Akari haya aceptado el vaso con agua, pero no le tomó importancia a las pastillas, le habrá dolido algo y Ren se dio cuenta, quién sabe.
Se sentía muy a gusto en el café. Podía escribir sin que nadie le molestase y la atención era buena descontando los malos tratos de Akari. También mantenía su mente ocupada en analizar su alrededor, más específicamente a su nueva propiedad. Esa chica había encendido un interruptor en su mente que no sabía que existía y eso le era muy interesante.
-Vamos, piojo.
Akari con un gesto rápido de su cabeza le indicó a Yoh que se levantara. Ya eran las diez de la noche y el último turno había terminado. Se levantó como comenzaba a ser costumbre y la siguió.
-Así que estás comenzando a aceptarme en tu cuero cabelludo.
-Sólo sé que los piojos son difíciles de sacar.
-Ah, hace rato no pensabas lo mismo, casi me tiras el batido encima. Pero puede que tengas razón. ¿Qué medicamento usarás contra mí, entonces?
-No tengo tiempo para eso.
-Uy sí, lo siento, chica ocupada.
-Estás perdonado.
-¡Ooh! ¡Gracias por su misericordia, su majestad!
-Payaso.
Yoh sonrió. Le estaba comenzando a divertir su sequedad.
-¿Cómo es que no te da miedo caminar por aquí tú sola todas las noches?
-No me pasará nada, no soy rubia y mis pechos me dejan ver mis pies.
-Ah, pero no eres fea, y a los pervertidos les gustan las malhumoradas.
-Qué halago, has dicho que no soy fea. ¡Kimura ha dicho que soy violable, kyaaa!
Akari imitó a las chicas de su instituto de una forma que a Yoh se le antojó demasiado chistosa.
-No es para tanto, Yoh.
-Es que…- se agarró el estómago mientras caminaba. -…qué chistoso.
-Son bastante insoportables tus fans, pero supongo que a ti te agrada eso.
-Ah no.- su semblante repentinamente cambió a uno muy serio. –Lo odio.
-Pero les das cuerda.
-Yo no les doy cuerda, ni esperanzas, ni nada.
-A ellas les atrae eso, so tonto.
-Perdón, no soy tan listo. Es que es demasiado complicado, si las aparto se pegan más, si las trato bien se pegan más, si no hago nada se pegan más.
-Son como tú de pegajosas.
-Qué chistosita tú.
-Qué sarcástico tú.
Siguieron caminando pero no se sentían tan incómodos. A Yoh le estaba comenzando a gustar hablar con Akari y a ella parecía darle igual. Era interesante hablar con alguien como él, así sea sólo para llevarle la contraria.
Al llegar se despidió de él sin emoción y él le contestó con una inusual sonrisa, se dio la vuelta y caminó hacia su casa.
El camino en soledad a aquellas horas también era algo nuevo que disfrutaba. No escribía como en el café pero si pensaba mucho, meditaba y se daba cuenta de cosas a las que nunca quiso prestar atención.



La mucama abrió la cortina y los rayos de luz atacaron directamente a sus párpados. Odiaba despertarse por las mañanas, nunca tenía ánimos de nada, pero en una ciudad tan fría como Sapporo el sol era siempre bien recibido.
Yumi Igarashi se levantó para ducharse y luego peinar de manera prolongada su cabello. Vio desde su gran espejo que se le comenzaban a notar las raíces de un cabello oscuro y no deseado. Tendría que tintárselo nuevamente, si es que estar a la moda era muy difícil.
Subió al auto de la familia luego de un desayuno exageradamente bajo en grasas con su familia, y sin mirar al chofer comenzó a maquillarse.
-¿Trajiste lo que te pedí?
-Sí, señorita, pero… ¿está segura de que es para un experimento de biología? Me parece que…
-Estoy segura.
Yumi miró fijamente y con los ojos entrecerrados hacia el retrovisor, donde pudo notar como el chofer suspiraba resignado. Al llegar al instituto, tomó la caja que se encontraba en el puesto de copiloto y sonrió con malicia bajo la mirada acostumbrada de su acompañante.
Nunca se había cuestionado si sus acciones estaban bien o mal, ella sólo hacía lo que sentía que debía hacer.
Hasta ahora nadie se había atrevido a pasar por encima de ella y se encargaba de hacerles la vida miserable a aquellos que lo intentaban. Por eso sin ningún remordimiento mandó a comprar aquellas ratas.
Desde muy pequeña se le había acostumbrado a hacer lo que sus padres querían. Tenía muchas hermanas las cuales debía superar, y siendo la menor las expectativas eran muy bajas. Por eso ella hacía todo lo posible para estar más arriba, para que sus padres se enorgullecieran y la reconocieran como lo que era, una Igarashi.
La única cosa que se había permitido querer por ella misma era él. Yoh era lo único que ella podía desear sin importar si sus padres estaban de acuerdo o no. Eso era motivo suficiente para hacer lo que sea con tal de mantenerlo a su lado, pues desde que lo conoció supo que él y ella harían una excelente pareja.
Pero apareció la loca y se convirtió en el blanco de la mirada azul que tanto deseaba. Ya su Yoh no miraba al vacío sin interés, ahora miraba a la tonta sabelotodo suicida con aquella curiosidad con la que nunca la vio a ella.
No sería difícil, ya se había encargado anteriormente de hacerle pagar a Akari por ser tan inteligente. Los profesores la comparaban con el resto y la hacían parecer superior. ¡La única superior en ese instituto era ella! Ella y por supuesto, Yoh.
El pelinegro por su parte había estado meditando en lo inusual que le parecía que las constantes bromas de sus compañeros de grupo hacia Akari habían cesado. Sin embargo, basta que tan solo lo pensase para que ocurriera, pues en efecto, a la hora del desayuno, cuando Akari irresponsablemente dejó su maletín en el aula de clases y se retiró quizás al baño, vio como Yumi metía unas ratas en su bolso.
Lo dejó pasar. Era irónico como Yumi con lo delicada que era, no mostraba asco al hacer cosas como esa. Esperó a que se marcharan riendo y se acercó al pupitre de Akari.
Abrió el bolso y esperó a que todos los roedores se marcharan. Estaba a punto de volverlo a cerrar pero algo le dijo que debía revisar bien por si todas se habían ido.
Efectivamente lo habían hecho, pero le llamó la atención la gran cantidad de cajas de pastilla que había adentro. Las sacó para asegurarse de que no se suicidaría de nuevo y leyó las etiquetas.
-Aspirina… Carvedilol… Propranolol… Nifedipina… ¿Qué es todo esto?
Escuchó como se acercaban sus compañeros de clase así que lo guardó todo torpemente y trató de marcharse antes de que alguien llegara.
-¿Qué hacías en mi puesto?
La voz de Akari le revolvió todo por dentro. Seguro que había pensado mal y como era ella, sería difícil hacerle pensar lo contrario.
-E-estaba sacando las ratas que habían en tu bolso. Te lo juro…
-Ah, esas ratas… -frunció e ceño y miró hacia su bolso.-Vale, pero permiso que me duele la cabeza.
-¿Me crees?
-Da igual.
Yoh suspiró preocupado.
-¿Por qué te duele tanto la cabeza?
-Son efectos de… –miró hacia el suelo. -de la pubertad.
Yoh la vio sin ocultar su expresión de incredulidad. Akari desvió la mirada y apoyó su cabeza en sus brazos ya sentada en su puesto.
El chico se tuvo que sentar pues el profesor de física había llegado, y estuvo pensando en las pastillas y el dolor de cabeza de Akari hasta que tuvieron que dirigirse al gimnasio para ver educación física.
La pelinegra se cambió y cerró su maletín con un pequeño candado. No volvería a cometer el mismo error de confiarse. Pensó que las burlas habían cesado, que les había dado lástima o quién sabe. Pero al parecer todo seguía siendo igual.
Se sentaron en círculo mientras el profesor pasaba la asistencia y sin mucha espera los hizo trotar.
-Luego haremos un calentamiento y hablaremos de la evaluación de la próxima semana. Vamos, comiencen a caminar.
Obedecieron y caminaron alrededor del gimnasio por unos minutos hasta que el profesor sonó el silbato y la mayoría comenzó a trotar.
Yumi seguía caminando y acariciándose el cabello. No iba a sudar luego de haberse arreglado tanto, haría ejercicio en su casa y ya está.
Akari le pasó muy de cerca y sus miradas se cruzaron con recelo. Ella no tenía ningún problema con trotar; todo lo contrario. Le encantaba correr, la sensación de cansancio y las palpitaciones le hacían sentirse sana. Sin embargo, en esos momentos, le dolía sentirse tan viva.
Faltaba poco para que terminasen los diez minutos correspondientes, y Akari parecía no estar cansada. Corría sin detenerse ni chistar, alternando perfectamente su respiración para que no le entrara ningún aire.
Yoh la vio y envidió su tranquilidad. Él odiaba cansarse, le gustaba caminar pero no correr.
De repente Akari cayó violentamente al piso con un quejido que sorprendió a Yoh, al profesor y a unos cuantos estudiantes.
-Aagh.
Akari ahogó un grito mientras agarraba su pecho e intentaba respirar. Sin embargo se extendía un insoportable dolor por todos sus hombros, cuello y brazos. Cerró los ojos y comenzó a temblar.
Yoh estaba justo al otro lado de la cancha y se desvió corriendo hacia Akari. En su camino se tropezó con una de sus compañeras, pero no tuvo ni mente ni tiempo de pedirle perdón y se agachó junto a la pelinegra cuando llegó a su lado.
-¿Estás bien?
-No se acerquen mucho, necesita respirar.
Los que estaban rodeándola le hicieron caso al profesor. Sin embargo, algunos seguían trotando o caminando, como era el caso de Yumi, sin voltear siquiera a ver a su compañera.
Yoh no sabía qué hacer, veía como lágrimas salían de los ojos de Akari pero no podía hacer nada. Miró a su alrededor y vio como el profesor, que parecía acostumbrado, le soplaba aire con una carpeta.
La chica con la que Yoh había tropezado llegó torpemente con el bolso de Akari, quien le pasó la llave y la miró agradecida. Recibió la pastilla que Kahoko, la chica tímida que a veces se agrupa con Akari para hacer algún trabajo, le pasó de su bolso.
La colocó debajo de su lengua con desesperación a intentó apaciguar el dolor respirando profundamente.
Kahoko Hirano, de cabello corto castaño claro y ojos negros tímidos, respiraba también agitadamente. Se ponía nerviosa cada vez que eso le pasaba a Akari, a pesar de que ocurría ocasionalmente.
-Será mejor que vayas a descansar, sabes que no puedes soportarlo.
Akari asintió ante la orden del profesor pasado unos minutos, pero no pudo levantarse.
-Tú, acompáñala.
Yoh miró hacia atrás. Sí, lo había apuntado a él. Ayudó a Akari a levantarse, quien estaba muy débil como para negar la ayuda. Caminaron hacia la enfermería mientras Kahoko llevaba las pertenencias de Akari.
Hisao se levantó bruscamente de su silla cuando los vio entrar a la enfermería.
-Tranquilo, sólo necesito descansar.
El doctor frunció el ceño con preocupación. Ayudó a Yoh a llevarla hasta una camilla donde la acostaron. La chica tímida dejó las cosas de Akari junto a ella y luego de una reverencia se dirigió hacia la puerta.
-Gracias, Kahoko-chan.
La mencionada se sorprendió y volteó avergonzada hacia la pelinegra.
-N-no es nada, Akari-san.
Luego de un intercambio de sonrisas de ambas, Akari cerró los ojos.
-Mocoso, ¿puedes decirme cuánto duró el ataque?
-¿Qué? ¿Qué ataque? Eso fue…
-Cuatro minutos aproximadamente, sensei.- respondió Akari.
-Gracias. Por favor duerme todo lo que quieras, no quiero accidentes en la calle.
La chica asintió.
Yoh se sentó mientras veía cómo Hisao anotaba cosas en una libreta. Estaba muy confundido; las pastillas, el ataque y el que varias personas supieran qué ocurría.
-¿Qué le pasa? ¿Por qué sucedió eso?
Hisao levantó la mirada y torció la boca.
-Akari está enferma. Deberías irte, se quedará a dormir por bastante tiempo.
-¿Enferma? ¿Qué tiene?
-Ve a clases, por favor.
-Pero necesito saber qué es lo que…
-¿Necesitas saberlo? ¿Por qué necesitas saberlo? ¿Es acaso ella algo tuyo? ¿Te ha dado su confianza o afecto? No tienes porqué saberlo, no tienes porqué meterte con ella. No tienes porqué hacerle daño así que por favor… Déjalo.
Yoh se marchó perplejo. ¿Qué tenían todos contra él? ¿Parecía tener malas intenciones con Akari? Porque todos le advertían de no hacerle daño. ¡Como si quisiese hacerlo!
Le dio un golpe a la pared más cercana que tenía. Todo eso le pasaba por tomarse en serio la tarea de la psicóloga sobre la lista de razones por las cuales Akari intentó suicidarse. Se estaba metiendo demasiado con ella y claro, él nunca había mostrado interés. Si hasta todo tenía lógica. Viene él, parte del grupo que le arruina la vida, a seguirla y preguntar por su vida y claro, las personas piensan mal.
Lo comprendió todo, pero aún así sentía cada vez más curiosidad.
Entre clases, se acercó a Kahoko sin disimularlo. Akari no estaba para sospechar de nada y le daban igual el resto de sus compañeros.
-Hola, Hirano, ¿qué tal?
-H-hola, Kimura-san, ¿qué ocurre?
-Nada, yo solo quería preguntarte si… si Akari está enferma. ¿Es eso posible?
-K-kimura-san, creo que no soy la responsable de decirte eso.
-Pero sí lo está, ¿no?
Kahoko, como cosa muy extraña, frunció el ceño.
-Con todo respeto te pido que no la molestas, ¿v-vale?
Yoh suspiró, ¿tenía cara de acosador? Se estaba cansando de verdad de que malinterpretaran sus acciones. Tan solo quería saber algo, nada más.
De pronto, como esos pensamientos que no tienen nada que ver con lo que estás haciendo, recordó haber visto a Ren darle agua a Akari para que se tomara una pastilla. Quizás el sabía… No, quizás no, estaba seguro.
-Lo siento, Kahoko-chan, no lo volveré a hacer.
Le sonrió y se sentó en su banco.
Al salir de clases pasó por la enfermería, pero Akari ya se había ido. Se fue a su casa a darse un baño caliente para salir hacia el café Aozora.
El sonido de una campana anunció su entrada y mientras buscaba un asiento los empleados miraron a Akari, esperando que lo atendiera ella.
Sin embargo, ella solo le miró de reojo y se dirigió a otras mesas. No tenía ganas de atenderle y seguramente le preguntaría acerca de lo que ocurrió en las clases de educación física.
Ren se acercó a él para tomar su orden y a Yoh le pareció que el universo estaba a su favor.
-¿Qué deseas hoy?
-Un chocolate caliente y una respuesta.
-Ren subió la mirada e intentó penetrar en la mente de Yoh.
-¿El chocolate con o sin azúcar?
-Con azúcar.
El rubio anotó el pedido en su libreta sin dejar de mirarlo.
-¿Qué tiene Akari?- preguntó sin rodeos.
-Dos ojos y una nariz. En seguida viene tu otro pedido.
Yoh suspiró mientras veía a Ren marcharse hacia la barra. Lo intentaría de nuevo.
Cuando el chico puso su chocolate en la mesa, Yoh lo miró decidido.
-¿Algo más?
-Otra respuesta.
-¿Qué quieres?- Ren frunció el ceño y lo miró irritado.
-¿Cuál es esa enfermedad que tiene Akari?
Ren violentamente golpeó con su mano la mesa donde se había sentado Yoh, haciendo que la taza temblara y causara un molesto ruido que llamó la atención de todas las miradas, incluyendo la de Akari.
-Te advertí que no la molestaras. Hablo en serio, deja de venir, deja de seguirla luego del trabajo, no le hagas daño.
Ren le suplicó con la mirada sin perder su gesto de molestia.
-¿Tengo cara de querer herirla? Porque no quiero hacerlo, solo quiero saber qué es lo que ha estado pasando frente a mis narices y yo he ignorado. ¿Cuál es mi pecado?
-No confío en tus intenciones. No me interesa lo que quieras arreglar en tu vida, déjala a ella en paz.
-Tú lo que no quieres es que yo le haga más daño del que tú le hiciste, ¿o me equivoco?
-¿¡Qué sabes tú!?
-Nada en realidad, solo sé que ella te odia, más de lo que me puede odiar a mí, pues no me conoce. Si tanto te preocupa que yo quiera arreglar mis errores, comienza por arreglar los tuyos.
-¿Qué te da derecho a…?
-Por favor terminen la escenita que están montando. Todos están mirando hacia acá y es incómodo.
La repentina aparición de Akari en su pequeña discusión los sorprendió a ambos. Dejaron de hablar y miraron hacia el suelo.
-Yo responderé tu pregunta si tanto te preocupa. Si tienes planeado seguirme hoy también, hablamos en ese momento así que por favor, termina esto.
-Vale, lo siento.
Akari se marchó sin siquiera mirar a Ren, quien olvidó momentáneamente a Yoh para ver cómo la pelinegra se marchaba. Cerró los ojos y suspiró. Cada cosa que hacía lo alejaba más de ella. Veía cada vez más distante la posibilidad de que acudiera a la cita pautada para el sábado.
Tan rápido como llegó la curiosidad de los clientes y del resto de los empleados, olvidaron así todo lo sucedido y siguieron con sus actividades. Yoh y Ren se miraban de vez en cuando con furia, pero las ganas de Yoh de decirle algo al rubio se minimizaban al toparse con la mirada de regaño de Akari.
Yoh pasó el resto de las horas bastante impaciente. Esa condenada chica había despertado toda su curiosidad que había estado dormida por mucho tiempo, así de golpe, repentinamente. Tenía mucho tiempo sin sentir esa inquietud desesperante que te recorre todo el cuerpo. Todo eso nada más por saber de esa supuesta enfermedad.
Akari por su parte estaba muy inquieta. Había dicho aquello para finiquitar la discusión entre los dos chicos, pero no le apetecía para nada contarle. Sentía que eso crearía un vínculo innecesario entre ellos. Ese lazo que la psicóloga se empeñaba en crear.
Sin embargo lo dicho estaba dicho y no creía que Kimura olvidase su implícita promesa.
El resto de las cosas que hicieron hasta que Akari terminó de trabajar ocurrieron por inercia. Servir mesas, tomar órdenes, mirar a las personas, todo automático.
Hasta que el momento llegó y Yoh y Akari se encontraron ya caminando en dirección a la casa de la chica.
Él la miraba de reojo mientras se mordía la uña de su dedo corazón derecho y ella torcía la boca pensando en cómo decirlo.
-¿Por qué te interesa?
-¿Me vas a decir o no?
-Sí, pero respóndeme primero.
-No lo sé, es que… Al principio fue por la tarea de Azumi-sensei, pero ahora es distinto, es más que eso... Es como una curiosidad que me supera.
-¿Pero qué ganas?
-Nada, Akari, nada.
Ella suspiró.
-Angina de Pecho…
Esperó que eso fuera suficiente, pero la cara de desconcierto de Yoh le demostró lo contrario.
-Me duele el pecho de vez en cuando y sufro de un ataque así como el que viste hoy. Eso pasa porque no circula suficiente sangre a mi corazón. Es muy difícil explicarlo sin utilizar palabras técnicas, así que escucha bien porque te lo pondré lo más claro que pueda. Mis arterias coronarias se obstruyen, se forman placas en ellas, se endurecen y mis arterias se contraen. Por lo tanto mi corazón no recibe lo necesario en el tiempo necesario y comienza a doler. Me puede dar cuando hago ejercicio, cuando tengo emociones fuertes, cuando hace frío o simplemente cuando no hago nada. Es el tipo de angina inestable donde no se sabe cuándo pueda sufrir un ataque. Puede causarme un paro cardíaco si no me cuido, así que tengo que tomar muchos medicamentos, muy costosos y de todo tipo. Sin embargo esas medicinas tienen efectos secundarios como náuseas o dolor de cabeza, por eso siempre me ves así. Unas pastillas en específico puede hacer que me desmaye y, aunque no es un síntoma común, en mi caso me provoca un sueño casi incontrolable.
-Vaya…
Yoh no sabía que decir. Tal y como había pensado, tenía otro motivo más qué agregar a su lista. Las preguntas al respecto se apilaron torpemente en su cabeza y no pudo ordenarlas.
-¿Trabajas para comprar las medicinas?
-Trabajo para comprar las medicinas, y la comida, y lo que me pidan en el instituto.
-¿Y tus padres?
-Ya contesté tu pregunta, no creo haber acordado contestar otras.
-Vale, vale.
-Bueno, ¿ya estás satisfecho?
-Satisfecho como feliz, no. Ahora me siento incómodo, es como…
-¿Es como lástima?
-Es como preocupación.
-Es mejor a veces vivir ignorando.
-Viví dieciocho años ignorando, Akari, ya no quiero ignorar más.
-Tienes que estar dispuesto a aceptar las consecuencias. Buenas noches.
Entre tanto hablar habían llegado y Yoh se quedó ahí parado luego de que Akari cerró la puerta. ¿Qué había significado eso? ¿Qué ella le dejaría saber? ¿O solo era su imaginación?
En realidad esperaba que no lo fuese, porque sinceramente y por primera vez en mucho tiempo, quería saber cada vez más.

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Gracias por leer.

Diferencia de palabras entre este y el original: 2400. Bastante, ¿eh? comparado con mis cortos y vacíos capítulos anteriores. 

Se ha hablado mucho se cómo se siente Yoh y lo que piensa, pronto le tocará a Akari y el capítulo 6 será el último donde la secuencia del original se sigue. Habrán cosas nuevas, escenas nuevas y capítulos nuevos. 

Parece que Akari está rompiendo un poco su caparazón, pero solo lo parece. Después de todo lo que le ha pasado no puede doblegarse así de fácil y no se preocupen, no lo hará.

Gracias a todos por apoyarme en la situación en la que me encuentro. El próximo capítulo muy pronto, gracias por la paciencia. 

1 comentario:

  1. Me encantó este cap, muy emocionante. Sentí que cambio tu forma de escribir, lo digo de una forma buena xD bueno a esperar el siguiente, vuelvo a decirlo me encanta la historia ;*

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